¡NUESTRA VIDA ES UN DON DE DIOS!
Nuestra vida es un don de Dios... es el don más maravilloso que hemos recibido de Dios. Al darnos el don de la vida, Dios no solo nos ha creado a imagen y semejanza suya, sino que nos ha inhavitado, haciéndonos signos de su presencia y portadore de su bendición. Al ser creados, recibimos una chispa divina, que nadie puede darnos sino Dios.
Además nuestra vida humana y terrena es grande en vistas a nuestra vida eterna en el cielo. La vida humana es condición de la vida eterna, a donde estmos llamados por Dios para gozar de Él eternamente. Por eso es tan valiosa a los ojos de Dios nuestra vida terrena, y por esto es también de un precio inestimable para nosotros que somos cristianos, porque es el tiempo de atesorar méritos para la vida eterna, que nos obtuvo Cristo con su sangre, muerte y resurrección. San Jerónimo dijo en cierta ocasión que esta vida es un estadio para los mortales: aquí competimos para ser coronados en otro lugar.
Si hemos entendido esto que he dicho, entonces comprenderemos que la vida humana es una chispa que salta de Dios. Nadie tiene derecho a extinguirla. La vida humana aquí en la tierra es la posibilidad que Dios nos concede de alcanzar la vida eterna en el cielo. Nadie tiene derecho de despojarnos de ella. Es Dios quien nos da el don de la vida.
La vida nace en el seno del amor: un hombre y una mujer que se aman colaboran con Dios para dar a un hombre el mayor regalo: la vida, el paso de la nada al ser. ¡Qué noble ha de ser la vida humana si Dios nos da este don, en colaboración con los papás!
Dios nos ha dado la vida para poder entrar en comunión con El, con nosotros mismos, con las demás personas y con la creación entera. Por eso con la vida nos ha dado una inteligencia para que le podamos conocer, y una voluntad para que le podamos elegir y amar. Todo ser humano está llamado a encontrarse con Dios y entablar con Él un diálogo en la fe y en el amor, a través de la oración y los sacramentos, aquí en la tierra; y después en la otra vida, mediante la visión cara a cara con Dios, poder contemplar su gloria. Todos estamos llamados a conocer y amar a Dios aquí en la tierra, y gozar de Él después en la eternidad.
Nuestra vida es un don de Dios... es el don más maravilloso que hemos recibido de Dios. Al darnos el don de la vida, Dios no solo nos ha creado a imagen y semejanza suya, sino que nos ha inhavitado, haciéndonos signos de su presencia y portadore de su bendición. Al ser creados, recibimos una chispa divina, que nadie puede darnos sino Dios.
Además nuestra vida humana y terrena es grande en vistas a nuestra vida eterna en el cielo. La vida humana es condición de la vida eterna, a donde estmos llamados por Dios para gozar de Él eternamente. Por eso es tan valiosa a los ojos de Dios nuestra vida terrena, y por esto es también de un precio inestimable para nosotros que somos cristianos, porque es el tiempo de atesorar méritos para la vida eterna, que nos obtuvo Cristo con su sangre, muerte y resurrección. San Jerónimo dijo en cierta ocasión que esta vida es un estadio para los mortales: aquí competimos para ser coronados en otro lugar.
Si hemos entendido esto que he dicho, entonces comprenderemos que la vida humana es una chispa que salta de Dios. Nadie tiene derecho a extinguirla. La vida humana aquí en la tierra es la posibilidad que Dios nos concede de alcanzar la vida eterna en el cielo. Nadie tiene derecho de despojarnos de ella. Es Dios quien nos da el don de la vida.
La vida nace en el seno del amor: un hombre y una mujer que se aman colaboran con Dios para dar a un hombre el mayor regalo: la vida, el paso de la nada al ser. ¡Qué noble ha de ser la vida humana si Dios nos da este don, en colaboración con los papás!
Dios nos ha dado la vida para poder entrar en comunión con El, con nosotros mismos, con las demás personas y con la creación entera. Por eso con la vida nos ha dado una inteligencia para que le podamos conocer, y una voluntad para que le podamos elegir y amar. Todo ser humano está llamado a encontrarse con Dios y entablar con Él un diálogo en la fe y en el amor, a través de la oración y los sacramentos, aquí en la tierra; y después en la otra vida, mediante la visión cara a cara con Dios, poder contemplar su gloria. Todos estamos llamados a conocer y amar a Dios aquí en la tierra, y gozar de Él después en la eternidad.
Ante todo esto, debemos proclamar y defender la dignidad de la vida humana. La dignidad del hombre es un valor absoluto, y la vida humana, un valor en sí misma que siempre ha de ser defendida, protegida y potenciada, independientemente de lo que diga la mayoría o los medios de comunicación o tu propia sensibilidad. Aprende a vivir, desarrolla el arte de saber vivir y vive tu vida a plenitud.
1 comentario:
Muy bonita reflexion que nos invita a seguir amando nuestra vida, pero a la vez nos reta en esta realidad y nos cuestiona ¿Realmente sabemos respetar y defender la vida? ¿Conocemos qué significa el “no matarás” del quinto mandamiento?, gracias, P. Mauricio por su reflexion.
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