Solemnidad de todos los santos



La solemnidad de todos los santos nos ofrece una liturgia rica en contenido, en simbolismo y en profundidad doctrinal. El libro del Apocalipsis presenta uno de los pasos más consoladores de la Escritura. Se nos habla del tiempo presente como el tiempo del perdón, el tiempo que hay que “imprimir el sello de Dios en la frente de todos sus siervos”, el tiempo de la predicación evangélica, de la misión. En un segundo momento el apóstol contempla el cielo, ve una multitud inmensa que “ha lavado sus vestiduras en la sangre del cordero”, han pasado por la “gran tribulación”. Son los santos que, después de su gesta terrena, adoran eternamente a Dios en el cielo (1L).

El evangelio nos muestra el camino de la santidad: las bienaventuranzas. Quien practica la doctrina de Cristo y sigue sus huellas, es bienaventurado: es puro de corazón, es manso, sabe sufrir por la justicia, llora, es pobre de espíritu. Este es el camino de la felicidad verdadera. Es el camino para dar Gloria a Dios y para salvar a las almas (Ev). Podemos tener esperanza, a pesar de las apariencias tristes de este mundo, porque el Señor nos ha amado y nos ha llamado a ser sus hijos. Nos ha llamado con una vocación santa para darle gloria y vivir eternamente con Él en el cielo (2L).

 La búsqueda de la santidad. La llamada a la santidad es una llamada universal. No se dirige sólo a los sacerdotes o religiosos o religiosas. No. Es una llamada universal que toca a todo cristiano. Toca a todo hombre que, en Cristo, ha sido llamado a formar parte de la Iglesia. La santidad no es el dedicarse a grandes rezos o sacrificios. La santidad es la comunión con Dios. La santidad es la obediencia filial y amorosa al Padre de las misericordias. Y a los santos los encontramos por todas partes. Están ciertamente los santos canonizados solemnemente por el Papa, pero se encuentra también ese ejército innumerable de santos que viven en sus hogares, en su trabajo, en sus familias, haciendo siempre y con amor la voluntad de Dios. Personas que por su humildad transmiten a Dios, llevan a Dios en el corazón, en su palabra y en su testimonio de vida.

Decía Amado Nervo:
Si amas a Dios, en ninguna parte has de sentirte extranjero,
porque Él estará en todas las regiones,
en lo más dulce de todos los países, en el límite
indeciso de todos los horizontes.

Si amas a Dios, en ninguna parte estarás triste, porque,
a pesar de la diaria tragedia, Él llena de júbilo el universo.
Si amas a Dios, no tendrás miedo de nada ni de nadie,
porque nada puedes perder, y todas las fuerzas del cosmos
serían impotentes para quitarte tu heredad.

Si amas a Dios, ya tienes alta ocupación para todos
los instantes, porque no habrá acto que no ejecutes
en su nombre, ni el más humilde ni el más elevado.

Si amas a Dios, ya no querrás investigar los enigmas,
porque le llevas a Él, que es la clave y resolución de todos.

Si amas a Dios, ya no podrás establecer con angustia
una diferencia entre la vida y la muerte, porque
en Él estás y Él permanece incólume a través de
todos los cambios.

1 comentario:

Mauricio Merino dijo...

Todos estamos llamados a ser santos y todos podemos vivir en santidad