En la Vigilia de Pentecostés de la “Jornada con los
movimientos, las nuevas comunidades, las asociaciones y las organizaciones
laicales”, el santo padre Francisco se encontró con la gran fuerza viva que son
hoy en día los laicos en la Iglesia. En el encuentro el Santo Padre nos invitó
a:
1. “Dar respuesta a la fe”. Sobre la
transmisión de la fe, insistió en que esta debe ser presentada, porque si
alguien no da el primer anuncio, el futuro creyente no podrá encontrarse con
Jesús. Volvió a recordar que un nuevo encuentro con el Padre puede darse en el
confesionario, “donde Él siempre nos espera”. Advirtió sin embargo que el mayor
enemigo ante la fragilidad, es el miedo. Por lo que insistió en que al sentirse
inseguro, hay que saber que “allí está el Señor”.
2. Comunicar a Cristo. Lo que debe hacerse, añadió, es “comunicar a Jesucristo”. Invitó a rezar más, a fin de “dejarse guiar por él”. Recordó el pasaje en que Pedro tuvo la visión de que el evangelio debía llevarse también a los gentiles, para insistir en que hay que dejarse “sorprender” por Jesús, dejando que el Espíritu de Dios actúe dentro del evangelizador, y lo lleve hacia adelante.
3. Purificar la cuestión pública. Recomendó
que el mejor testimonio que se puede dar, es con una vivencia auténtica del
evangelio en esos espacios. Advirtió sin embargo que la Iglesia “no es un
movimiento político, ni una estructura bien organizada”, ni tampoco debe ser
comparada con una ‘ONG’. Porque cuando se hace esto, continuó, “se pierde la
sal, no hay sabor, se vuelve una organización vacía, llevada por el
eficientismo”. Lo contrario debe ser, “el desarrollo de la solidaridad, del
compartir”. Porque según dijo, “lo que está en crisis es el hombre, el cual
puede ser destruido al ser imagen de Dios”. Hizo ver que al estar frente a una
crisis de esta magnitud, al hombre “se le despoja de la ética, en que todo es
posible y todo se puede hacer”. Criticó al actual sistema económico, que se
preocupa por las grandes caídas de las instituciones financieras, a diferencia
de los que mueren de hambre por las calles.
4. No cerrarse ni aislarse. Ante esta realidad, invitó a la Iglesia a no cerrarse ni aislarse. Exhortó a “no cerrarse en la parroquia, con el movimiento, entre los que pensamos igual”. Porque cuando se cierra, “se enferma”. Invitó nuevamente a que la Iglesia “salga de sí misma, hacia la periferia, a dar testimonio del evangelio y a encontrarse con los demás”, en clara respuesta al mandato de Jesús de “Ir”. Afirmó el Papa, “Prefiero una Iglesia accidentada, a una que está enferma por cerrarse”, dijo. Y criticó aquellas “estructuras caducas” que “no nos hacen libres, sino esclavos”. Se refirió también a que debe darse “una cultura del encuentro, de la amistad, de hablar aún con los que no piensan como nosotros, incluso con otra fe, porque todos son hijos de Dios”.
5. Una Iglesia pobre. Reafirmó que le gustaría una “Iglesia pobre y para los pobres”. Explicó que basta “salir para encontrar la pobreza”. Lamentó que hoy en día encontrar un mendigo muerto de frío o hambre por la calle ya no sea una noticia... Criticó a quienes se mantienen indiferentes a esta realidad, especialmente a aquellos cristianos “que hablan de teología mientras toman el té”, en clara referencia a su homilía de días atrás donde dijo que no se necesita de “cristianos de salón” en este momento en la Iglesia. “Hay que tener coraje y salir hacia aquellos que son la carne de Cristo”. Porque para Francisco, la pobreza no es una categoría filosófica o sociólogica, sino teológica, “porque el hijo de Dios se ha hecho pobre”.
Terminó animando a todos a anunciar el evangelio con coraje y a la vez con paciencia. E invitó a unirse a los cristianos “que sufren tanto, que hacen la experiencia del límite entre la vida y la muerte”, reiterando su llamado por una verdadera libertad religiosa para todos. “Para todos”, porque según Francisco, “todos deben ser libres en su confesión religiosa, porque son hijos de Dios”. El papá, con valentía, está llevando la luz dentro de los lugares más oscuros de la Iglesia, con un replanteamiento claro y fuerte.
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