ESTAMOS CELEBRANDO LA NAVIDAD.
La Iglesia en su misión de ir por el mundo llevando la Buena Nueva ha querido dedicar un tiempo a profundizar, contemplar y asimilar el Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios; a este tiempo lo conocemos como Navidad. Cerca de la antigua fiesta judía de las luces y buscando dar un sentido cristiano a las celebraciones paganas del solsticio de invierno, la Iglesia aprovechó el momento para celebrar la Navidad.
Durante el Tiempo de Navidad al igual que en el Triduo Pascual de la semana Santa celebramos la redención del hombre gracias a la presencia y entrega de Dios; pero a diferencia del Triduo Pascual en el que recordamos la pasión y muerte del Salvador, en la Navidad recordamos que Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros.
Así como el sol despeja las tinieblas durante el alba, la presencia de Cristo irrumpe en las tinieblas del pecado, el mundo, el demonio y de la carne para mostrarnos el camino a seguir. Con su luz nos muestra la verdad de nuestra existencia. Cristo mismo es la vida que renueva la naturaleza caída del hombre y de la naturaleza. La Navidad celebra esa presencia renovadora de Cristo que viene a salvar al mundo. Por ello, es necesario que todos los feligreses vivamos con recto sentido la riqueza de la vivencia real y profunda de la Navidad.
Ningún texto del Nuevo Testamento capta la maravilla de la Navidad mejor que el prólogo del cuarto evangelio: “El Logos (la Palabra) era Dios… y aquel Logos fue hecho carne, y habitó entre nosotros” (Jn 1:1,14).
El mensaje de la navidad es un desafío a nosotros a encarnar el evangelio y “visibilizar” la presencia de Dios en toda nuestra existencia, para que el mundo vea su gloria, su gracia y su verdad. Viviendo plenamente inmersos en nuestro mundo, hemos de ser discípulos “encarnacionales” del Logos que se hizo carne para contextualizar el mensaje en el poder del Espíritu. Por eso llenos de alegría unamos nuestras voces en armonía con la humanidad y la creación entera:
¡ Cantad al Señor un cántico nuevo!
¡Alégrese el cielo, goce la tierra!
Este día ilumina las tinieblas del mundo, hoy nos ha nacido un Salvador, Cristo Jesús;
hoy la Palabra ha acampado entre nosotros; hoy se ha manifestado la gloria del Señor.
¡Aclamad cielos, exultad tierra!
¡Bendito sea el Señor que tanto nos ha amado!
¡Bendito sea el Señor que hoy se nos ha manifestado!
¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo!
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