XX Aniversario de ordenaciòn Presbiteral
Queridos hermanos y amigos,
Les escribo para compartir con Ustedes la alegría de conmemorar, este día 7 de Diciembre, el XX aniversario de mi ordenación sacerdotal. Hace 20 años recibí el orden del presbiterado y desde ese día han sido muchos los acontecimientos y las personas que han marcado significativamente mi vida sacerdotal.
Doy gracias a Dios porque durante estos veinte años de vida sacerdotal ha estado grande con migo y ha realizado grandes maravillas a favor mío y a través de mí, a favor de muchas personas, a quienes he servido y con quienes he compartido el amor y la salvación de Dios.
Doy gracias a Dios porque me ha dado la oportunidad de vivir mi espiritualidad como una respuesta a la iniciativa amorosa de Dios que me ha elegido, llamado y consagrado para que viva en santidad. Doy gracias a Dios porque me ha permitido vivir mi espiritualidad sacerdotal como un camino en seguimiento de Cristo y una “vida según el Espíritu” (Rom. 8, 4.9) y bajo la acción del Espíritu Santo.
Así como Cristo vivió y actuó siempre “movido por el Espíritu” (Lc. 4, 1.14) y se presentó en Nazaret como “consagrado” y enviado” por el Espíritu para “evangelizar a los pobres” (Lc. 4,18), también yo he sido consagrado para vivir y proclamar el evangelio de Cristo y viviendo en comunión con El, colaborar en la construcción de su Reino.
Como sacerdote soy signo de Cristo, Buen Pastor, porque participo de modo especial en su ser, prolongo su obrar y estoy llamado a sintonizar con su vida. En mi espiritualidad sacerdotal estoy llamado a vivir en sintonía con las actitudes y vivencias de Cristo Sacerdote y Buen Pastor.
Por el sacramento del orden, participo del ser sacerdotal de Cristo. Esta participación ontológica en el sacerdocio de Cristo me capacita para prolongar la acción sacerdotal del Buen Pastor. La sintonía con la caridad pastoral de Cristo es una consecuencia de la participación en su ser y en su misión.
La gracia recibida en el sacramento del orden me hace posible cumplir con esta exigencia: “imitad lo que hacéis” (rito de ordenación). Esta es la espiritualidad específica que estoy llamado a vivir como sacerdote; Como sacerdote diocesano secular esta espiritualidad sacerdotal la vivo de manera concreta en las gracias de pertenencia permanente a una Iglesia local, en relación de dependencia y comunión, respecto al carisma santificador de un sucesor de los Apóstoles y formando parte de un Presbiterio que me posibilita vivir la caridad fraterna y la radicalidad evangélica.
La identidad sacerdotal me permite sentirme amado y capacitado para amar. Esta identidad se reencuentra cuando se quiere vivir el sacerdocio en todas sus perspectivas o dimensiones. La consagración sacerdotal me identifica y configura de tal manera en Cristo que en mi ser, en mi obrar y en mi vivencia, me hace pertenecer totalmente a Cristo y participar en su unción y misión.
Como sacerdote ejerzo una misión recibida de Cristo para servir incondicionalmente a los hermanos, esforzándome por hacer realidad y vivir en plenitud mi lema sacerdotal: “En Dios, seré todo para todos”. Desde mi consagración sacerdotal he sido enviado a servir a la comunidad eclesial construyéndola según la Palabra de Dios y la enseñanza de la Iglesia.
Como sacerdote estoy llamado a vivir en sintonía con Cristo y a ser signo personal suyo como Buen Pastor. Como sacerdote estoy llamado, hoy más que nunca a ser:
Signo del Buen Pastor en la Iglesia y en el mundo, participando plenamente de su ser sacerdotal. Soy llamado a prolongar el actuar de Jesucristo, el Buen Pastor, obrando en su nombre en el anuncio del evangelio, en la celebración de los signos salvíficos (especialmente la Eucaristía) y en el servicio a favor de los demás, principalmente de los pobres, de los más necesitados. En una palabra, estoy llamado a ser signo transparente de Cristo, Buen Pastor y de su Evangelio, para un mundo que necesita testigos y que pide experiencias y coherencias.
En este día grande, agradezco a todas aquellas personas: papás, hermanos, familiares, amigos, compañeros sacerdotes y feligreses que han creído y confiado en mí, que han estado a mi lado en las buenas y en las malas, que me han apoyado en la realización de las obras que el Señor me ha confiado y que han compartido con migo esos momentos significativos que han marcado profundamente mi vida sacerdotal.
Pido al Señor derrame su gracia y bendición a favor de todos Ustedes y les acompañe siempre en la realización de todas sus iniciativas y empresas.
Para compartir las maravillas que el Señor ha realizado en mí y a favor de tantas personas, a través del ministerio sacerdotal que me ha confiado, les invito para que durante este día se unan a mí en oración, dándole gracias a Dios e invocando su bendición para continuar realizando, con alegría y generosidad, las Obras que me ha confiado.
De igual manera les invito para que el Domingo 11 de diciembre se unan a mí y ofrezcan la Santa Eucaristía invocando la bendición de Dios a favor mío, para que viva con autenticidad y radicalidad, el sacerdocio que me ha confiado.
A todos los que viven en San Vicente o en cualquier lugar cercano, les invito a compartir con migo la Eucaristía que celebraré en el Centro de Formación y Espiritualidad “Coatlaxopeuh” a partir de las nueve de la mañana. Después de la Eucaristía habrá un momento cultural y un rico almuerzo.
Invito a todos Ustedes para que se unan a mí en la oración, dando gracias a Dios e invocando su bendición a favor de todas las obras que me ha confiado.
Desde ya les estoy profundamente agradecido e invoco al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, que derrame su gracia y bendición a favor de todos Ustedes.
Su afectísimo en Cristo,
Pbro. Mauricio Merino
“En Dios seré todo para todos”.
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