Para la celebración de la 46
Jornada Mundial de la Paz el pasado 1 de enero de 2013, el Santo Padre
Benedicto XVI ha escogido este tema: "Bienaventurados los que buscan la paz”.
El Mensaje del Sumo Pontífice, en el
complejo contexto actual, desea animar a todos para que nos sintamos responsables en la construcción de la paz. El mensaje abraza la
plenitud y multiplicidad del concepto de paz, a partir del ser humano: la paz
interior y la paz exterior, para luego poner en evidencia la emergencia
antropológica, la naturaleza e incidencia del nihilismo y, al mismo tiempo, los
derechos fundamentales, en primer lugar la libertad de conciencia, la libertad
de expresión y la libertad religiosa.
El Mensaje, además, ofrece una
reflexión ética sobre algunas medidas que se están adoptando en el mundo para
contener la crisis económica y financiera, la emergencia educativa, la crisis
de las instituciones y de la política, que es también, expresión de la preocupante crisis de la democracia.
El Mensaje mira, además el 50º
aniversario del Concilio Vaticano II y de la Encíclica del Papa Juan XXIII,
Pacem in terris, de acuerdo a la cual el primado corresponde siempre a la
dignidad humana y a su libertad, para la edificación de una ciudad al servicio
de cada ser humano, sin discriminación alguna, y dirigida hacia el bien común
sobre el cual se fundan la justicia y la verdadera paz.
Este es un mensaje valiente, claro y directo, que nos
interpela a todos, es una invitación, que insta a cada persona, a cada
grupo, a cada comunidad y nación a trabajar por la paz, y a la que también
nosotros debemos sentirnos llamados para seguir colaborando con ese reinado de
paz que supone el trabajo por el bien común al que se refiere constantemente el
Papa: “Jesús es nuestra paz, nuestra justicia, nuestra reconciliación (cf.
Ef 2,14; 2Co 5,18). El que trabaja por la paz, según la bienaventuranza de
Jesús, es aquel que busca el bien del otro, el bien total del alma y el cuerpo,
hoy y mañana. A partir de esta enseñanza se puede deducir que toda persona y
toda comunidad –religiosa, civil, educativa y cultural– está llamada a trabajar
por la paz. La paz es principalmente la realización del bien común de las
diversas sociedades, primarias e intermedias, nacionales, internacionales y de
alcance mundial. Precisamente por esta razón se puede afirmar que las vías para
construir el bien común son también las vías a seguir para obtener la paz.”
El mensaje de la Jornada Mundial de la Paz no podía
omitir atentados graves contra la paz como son los conflictos aún en curso y
las amenazas de guerra, la creciente desigualdad entre ricos y pobres, las
diversas formas de terrorismo y delincuencia internacional, los
fundamentalismos y fanatismos, pero también los atentados contra la vida y los
derechos fundamentales: “Auténticos trabajadores por la paz son, entonces,
los que aman, defienden y promueven la vida humana en todas sus dimensiones:
personal, comunitaria y transcendente. La vida en plenitud es el culmen de la
paz. Quien quiere la paz no puede tolerar atentados y delitos contra la vida.
(….) Tampoco es justo codificar de manera subrepticia falsos derechos o
libertades, que, basados en una visión reductiva y relativista del ser humano,
y mediante el uso hábil de expresiones ambiguas encaminadas a favorecer un
pretendido derecho al aborto y a la eutanasia, amenazan el derecho fundamental
a la vida.”
También el Papa hace extensivo su mensaje a la
realidad social y económica, entrando a fondo en la crisis económica y humana: “Uno
de los derechos y deberes sociales más amenazados actualmente es el derecho al
trabajo. A este propósito, reitero que la dignidad del hombre, así como las
razones económicas, sociales y políticas, exigen que “se siga buscando como
prioridad el objetivo del acceso al trabajo por parte de todos, o lo
mantengan”[4]. La condición previa para la realización de este ambicioso
proyecto es una renovada consideración del trabajo, basada en los principios
éticos y valores espirituales, que robustezca la concepción del mismo como bien
fundamental para la persona, la familia y la sociedad. A este bien
corresponde un deber y un derecho que exigen nuevas y valientes políticas
de trabajo para todos.
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